Todo comenzó el 4 de octubre de 1950. En una modesta viñeta en blanco y negro, un pequeño beagle hizo su primera aparición en la tira cómica Peanuts, creada por el caricaturista estadounidense Charles M. Schulz. En un principio, Snoopy era simplemente el perro de Charlie Brown, caminando en cuatro patas, sin palabras, sin grandes ambiciones. Nadie imaginaba que aquel cachorro silencioso se convertiría, con el tiempo, en una de las figuras más emblemáticas de la cultura pop mundial.

Snoopy fue evolucionando lentamente, tanto en forma como en personalidad. A partir de los años 60, Schulz comenzó a dotarlo de una vida interior compleja, rica en fantasía y humor. Snoopy se paró en dos patas, empezó a pensar con ironía, a escribir novelas desde el techo de su caseta roja, y adoptó múltiples alter egos: desde el temido Barón Rojo hasta el abogado astuto o el famoso novelista frustrado. Fue entonces cuando el personaje se robó el corazón de millones, pues su mundo interior era tan absurdo como poético.

Una de las claves del éxito de Snoopy fue precisamente esa capacidad de soñar sin límites. Representaba algo profundamente humano: el deseo de ser más de lo que somos, de escapar de la rutina, de vivir aventuras más allá de nuestra realidad. En un mundo regido por la ansiedad y la rutina, Snoopy era el rebelde pacífico, el soñador solitario, el filósofo de jardín que todos queríamos ser.

Pero su éxito no se quedó en las páginas del periódico. A lo largo de las décadas, Snoopy se convirtió en embajador de marcas, protagonista de series animadas, películas, juguetes, ropa y hasta aviones de combate decorados con su imagen. Su influencia se expandió por todo el planeta, y hoy es casi imposible encontrar a alguien que no lo reconozca, aunque nunca haya leído una tira cómica de Peanuts.

Detrás de Snoopy también está la figura de Schulz, quien volcó gran parte de sus emociones y experiencias en sus personajes. Charlie Brown representaba sus inseguridades; Lucy, su visión crítica de la sociedad; y Snoopy, su imaginación más libre y desenfrenada. El beagle blanco no solo fue un personaje más, sino un reflejo del anhelo por escapar, por volar alto, por no rendirse nunca, aunque el mundo parezca gris.

En 2000, con la muerte de Schulz, se cerró el ciclo original de Peanuts, pero Snoopy sigue vivo. Las reediciones, los especiales animados en plataformas digitales, y su papel como ícono de la marca Peanuts garantizan que su legado perdure. Snoopy no es solo un perro de caricatura; es un símbolo de imaginación, resistencia emocional y ternura universal.

Quizá, al final, lo que hace a Snoopy tan entrañable es que nunca dejó de soñar. Y al ver su pequeña silueta sobre el techo de su caseta, escribiendo bajo la luna o enfrentando al Barón Rojo en su avión invisible, recordamos que todos tenemos algo de Snoopy dentro de nosotros: un alma libre, una pluma inquieta y una caseta roja desde donde imaginar el mundo.