Seamos honestos por un segundo, si es que su limitada atención dopaminérgica se los permite: estamos viviendo en el asqueroso season finale de la humanidad. Entre el colapso climático y que su máximo referente cultural sea un tipo con corte de hongo cantando sobre el Chapo, este apocalipsis se siente bastante… corriente.
Pero entre los escombros de la mediocridad nacional, ha descendido —posiblemente desde una nave espacial de diseño italiano— la 11ava musa. Se llama Bu Cuarón, y posee un talento tan avasallador que, francamente, ofende a su paladar acostumbrado a la masa frita.
De la Tortilla a la Vanguardia (sin escalas)
El problema no es ella, queridos plebeyos; son ustedes. El pueblo, ese ente abstracto adicto a los carbohidratos simples, a los bolillos tiesos y al tamal verde radioactivo, simplemente no posee la neuroplasticidad para procesar una propuesta tan sofisticada.
Bu no canta; Bu emite frecuencias que nos remontan a una trinidad sagrada y esquizofrénica: la locura islandesa de Björk, la tragedia etílica de Édith Piaf y la potencia dramática de Maria Callas. Pero claro, tú sigues buscando el «punchis punchis».
Y aquí viene el análisis técnico para los «millennials rucos» que aún creen que son jóvenes porque usan Converse con traje (sí, tú, amigo de Camila Sodi): Bu le grita al mundo un «Bu-bu-buenas tardes» con una música que está, y perdónenme el tecnicismo académico, Bu-bulubuena.
Si no entendiste la referencia al chocolate noventero, felicidades: te falta barrio o te sobra botox.
Dua Lipa y el Tianguis de Atizapán
El estilo de Bu Cuarón es un recordatorio visual y sonoro de que aún hay esperanza, incluso si esa esperanza es solo para los nepo-babies con acceso a sintetizadores modulares. Su propuesta es tan férrea que resiste cualquier crítica.
Se dice que le «abrió» a Dua Lipa. Y con «abrirle», no nos referimos necesariamente a un escenario en el Foro Sol, sino a la posibilidad metafísica de que le haya destapado una caguama tibia en algún tianguis de Atizapán. Porque el verdadero arte es así: contrasta el glamour de la alfombra roja con el olor a fritanga de la realidad mexicana. Y si no entiendes esa dualidad, no mereces sus acordes.
El Plot Twist (La parte donde te ríes de ti mismo)
Si has deslizado tu dedo grasoso por la pantalla hasta llegar a este párrafo, tengo noticias para ti. Te hemos estafado.
Todo lo que acabas de leer —la pretensión, los insultos a tu dieta basada en maíz y la glorificación de Bu— no fue más que un sucio y vil truco de clickbait. Una trampa para osos diseñada para capturar tu morbo y tu indignación.
Mientras tú te debatías entre si odiarme o googlear quién diablos es Bu Cuarón, nosotros ya facturamos lo suficiente por la publicidad que te tragaste en los costados de esta página para depositar un par de dólares más en nuestras cuentas offshore en las Islas Caimán.
Así que ahí lo tienes. Puedes cerrar la pestaña y seguir con tu vida, caminando por ahí como lo que eres: una triste víctima de la mercadotecnia, de tu propia curiosidad vacía y del algoritmo que te conoce mejor que tu mamá.
Bu-bu-buenas noches.
