Swipeas a la derecha, haces match, platican dos días, se ven una vez, todo es risas y… puf, desaparece. Bienvenido a las relaciones modernas: conexiones fugaces, notificaciones que te ilusionan más que una carta de amor y un manual de términos nuevos que parecen sacados de una comedia romántica retorcida.
Si te has sentido perdido en esto de citas, ligues y situaciones confusas, respira: no estás solo. Hoy, el “¿qué somos?” se siente como pregunta prohibida, pero igual todos queremos sentir algo real. Entonces, ¿qué está pasando?
¿Qué es el famoso lovebombing?
Entre los términos estrella de esta tormenta emocional está el “lovebombing”. Suena bonito, pero cuidado: es la versión tóxica de bombardear a alguien con afecto… para atraparlo.
Te escriben diario, te dicen “nunca sentí esto con nadie”, te llenan de likes y mensajes dulces. Todo es mágico… hasta que pierden interés o te usan para inflar su ego. El “lovebombing” se refiere a engancharte hasta desecharte, porque los que lo ponen en práctica, alimenta justo lo que muchos buscan: validación rápida y sentirse poderosos al tener a otra persona a sus pies. Y eso… es horrible.

Ghosting, orbiting y otras formas de huir
Otros términos amorosos en esta nueva generación son… el “ghosting” (siendo el rey de todos desafortunadamente), y este hace alusión a irse sin aviso, sin mensaje, sin cerrar nada. Un día planean ir por tacos y al otro ni te leen. ¿Feo? Bastante. ¿Común? Más de lo que crees. Porque vivir con esa constante espinita de “¿Qué habré hecho yo para que se desapareciera así de la nada?”, es algo que atormenta a muchos jóvenes hoy en día…
Luego está el “orbiting”: desaparecen pero siguen viendo tus historias, reaccionan a tus posts y te mandan señales ambiguas. No están, pero tampoco se van. Es la forma millennial de decir: “No quiero nada contigo, pero tampoco quiero que me olvides”.

Relaciones fast food: todo exprés y descartable
En fin… hay miles de términos con los cuales llamarle a ciertas acciones que hacen algunas personas por ahí en redes sociales. Pero el problema no es solo Tinder, Bumble o el DM random en insta: el problema es que vivimos en la era del amor “fast food”. Todo rápido, práctico y sin compromiso. Si algo no gusta, se desecha y se reemplaza.
Muchos prefieren tener “situationships”, ese limbo entre “somos algo” y “no somos nada”, porque así evitan etiquetas, reclamos o sentirse atrapados. Y aunque suena libre, muchas veces deja un vacío: quieres cercanía, pero terminas recibiendo migajas de atención.
Y no quiere decir que esté mal el solo querer algo de “una sola noche”, pero lo malo es cuando ilusionan y le prometen el mundo entero a su posible “pareja” cuando solo la están usando…
El miedo a “la intensidad” y la fobia a sentir
Y por eso… hoy en día, para los jóvenes decir “me gustas de verdad” da miedo. Ser intenso es visto como desesperado. Hay apps, likes y mil opciones, pero pocas ganas de comprometerse. El ideal romántico se vuelve un mito: todos dicen querer algo real, pero en la práctica se asustan cuando llega.
Y así nace la generación del “no quiero nada serio” que, en realidad, muere por un mensaje de “avísame cuando llegues” o “cuéntame tu día”. Porque, aunque no lo aceptemos, todos seguimos queriendo sentirnos elegidos e importantes para otra persona.

¿Todavía se puede amar de verdad?
Aunque parezca que hoy todo es “ghosting”, “lovebombing” y citas de “usar y tirar”, la realidad es que sí se puede amar de verdad. Todavía hay personas que creen en algo serio, que entienden que querer a alguien no es un juego, que saben quedarse y construir en vez de huir cuando algo se complica.
No todos encajan en estos términos tóxicos que circulan como si definieran a toda una generación. No, no somos solo “situationships” o “orbiting”: también somos quienes mandan mensajes para ver si llegaste bien, quienes escuchan cuando todo va mal y quienes saben decir “te quiero” sin miedo a sonar “intensos”.
Por eso es clave no generalizar: hay mucha gente comprometida, que sabe que amar implica responsabilidad y respeto. Y esa responsabilidad afectiva no surge de la nada; se siembra desde pequeños. Enseñarles a los niños que sus palabras, promesas y gestos importan, que no se juega con lo que otro siente, es la única forma de romper este ciclo de relaciones confusas y heridas innecesarias.

En un mundo de “matches” que se borran y “en vistos” que duelen, ser claro, honesto y afectivamente responsable es casi revolucionario. Y lo mejor: esa revolución sí existe, porque siempre habrá quien prefiera amar de frente que desaparecer a escondidas. Lo difícil no es encontrarlo, lo difícil es atreverse a serlo tú también.
Por eso es clave recordar que la salud mental va primero. No todos buscan lo mismo, pero todos merecen claridad y respeto. Si algo no funciona, dilo. Si no quieres, no ilusiones. Porque al final, ser honestos no solo protege al otro: también te cuida a ti de arrastrar fantasmas a tu próxima historia.
Échale un vistazo a este video interesante que refuerza la explicación de lo que es el “Ghosting”…
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