Imagina a un gigante enmascarado sentado en una sala de juntas que, de pronto, parece más pequeña que la caja de zapatos donde vive un hámster con ansiedad. Frente a nosotros: dos metros de humanidad, o al menos eso es lo que creemos que hay detrás de ese triángulo oscuro en su máscara dorada. Porque si algo representa esa máscara, más que un accesorio, es un portal directo a la oscuridad más gloriosa de nuestra infancia.

Ahí está: TINIEBLAS Jr. En carne, hueso y mitología. El mismísimo mejor amigo de Alushe, hablándonos con la emoción de un niño que acaba de aprender a hacer un suplex. Nos mira directo a los ojos—o al menos lo intuimos, porque la máscara no tiene ventanas al alma—y nos lanza una pregunta con la inocencia brutal de quien te ofrece dulces afuera de una primaria:

¿Les gusta la lucha libre?

¿QUE SI NOS GUSTA?
¿QUE SI NOS GUSTA, SEÑOR TINIEBLAS?

Flashback con doblaje de película de ficheras

La lucha libre siempre nos ha corrido por las venas como la Coca-Cola Light en el cuerpo de un creativo publicitario en cierre de campaña. Desde que éramos niños y nos lanzábamos desde lo alto del clóset (a tres metros de altura que la ciencia no puede explicar) directo a la cama, con una máscara del Solitario y un grito de guerra que decía “¡No maaaameeeessss”

Desde que convencimos a nuestros papás de llevarnos al cine a ver la épica de Octagón y Atlantis, con su mezcla entre acrobacia, violencia y actrices de películas de ficheras con vestuario del Tianguis del Chopo.

Desde que, en pleno domingo familiar, hicimos callar a nuestros tíos escépticos que aseguraban que la lucha libre era falsa—justo cuando veíamos a The Undertaker lanzar a Mick Foley (Mankind) desde lo alto de una jaula en una coreografía de tortura que ni Torquemada se habría atrevido a escribir.

Eso, eso es la lucha libre: un teatro griego con suelas de goma y almas de acero.

Y entonces, dijimos: a huevo que sí

Cuando Tinieblas nos pidió ayuda para diseñar la plataforma digital de su federación de lucha libre independiente, no lo dudamos. Respondimos con un:

¡Sí! ¡Sí! ¡Súper sí! ¡Maldita sea, señor Tinieblas, estamos listos para romper las reglas y el algoritmo a su lado!

Y lo hicimos. Nos metimos hasta las entrañas del pancracio mexicano, nos infiltramos en los vestidores, en las historias detrás del personaje, en los rituales secretos que solo conocen los verdaderos luchadores. Nos trataron como uno más del equipo, aunque no supimos nunca si eso era un halago o una advertencia.

Y aunque juramos como fans que jamás revelaremos los secretos que ahí descubrimos (ni siquiera bajo tortura, ni aunque nos apliquen una palanca al brazo con final emocional), sí podemos mostrarte un poco del trabajo creativo que realizamos para la Federación Universal de Lucha Libre y sus espectáculos independientes por todo el país.

Desde diseño de identidad hasta producción de contenido, estrategias digitales y campañas que huelen a sudor, nostalgia y spandex. Fue más que una chamba: fue un homenaje al niño que fuimos, al que todavía cree que un mortal con máscara puede cambiar el mundo, o al menos el algoritmo.