Cuando piensas en la industria de la moda, seguro imaginas modelos perfectos, marcas de lujo, alfombras rojas y “outfits” que cuestan lo mismo que un coche usado. Pero la verdad detrás del glamour es mucho más caótica: toneladas de ropa desechable, horas de trabajo mal pagado y estándares de belleza que siguen presionando a todos. Bienvenidos al mundo donde tu camiseta de 200 pesos y el vestido de la Met Gala viven en el mismo planeta, aunque parezca que no.

Fast fashion: barato hoy, basura mañana

Hoy puedes renovar tu clóset con solo abrir Shein, Zara o cualquier tienda online de envíos express. Gracias al “fast fashion”, vestirse a la moda nunca fue tan fácil… ni tan rápido. Lo que no se dice tanto es que cada prenda barata viene con un costo que no ves: toneladas de ropa desechada, contaminación textil y fábricas explotando a trabajadores para producir más en menos tiempo.

Lo irónico es que nos encanta. Es barato, trendy y perfecto para el selfie. El problema es que la industria de la moda es la segunda más contaminante del mundo y nadie quiere pensar en eso cuando está en la fila de probadores. Ir de compras es la droga, estrenar es la dosis y reciclar… bueno, casi nadie recicla.

Influencers: los nuevos maniquíes humanos

Actualmente la moda se rige con chicas y chicos con millones de seguidores que lucen ropa en TikTok o Instagram y venden estilos de vida. El influencer es el nuevo modelo de catálogo: te muestra cómo se ve esa chamarra o esos tenis “en la vida real”, con filtros, edits y hashtags.

Esto suena democrático, pero tiene su lado oscuro: alimentar la ansiedad por comprar más, mostrar una vida irreal y reforzar la idea de que necesitas consumir para ser “cool”. El “fast fashion” y los influencers van de la mano: tú subes un haul, la marca vende más, todos ganan… menos el planeta.

¿Por qué seguimos cayendo?

La industria de la moda sabe que jugamos con algo irresistible: la necesidad de pertenecer. Un nuevo outfit puede darte la ilusión de que cambias algo de ti. Y aunque sabemos que la mayoría de las tendencias duran menos que un match de Tinder, igual seguimos picando “añadir al carrito”.

La trampa está en la velocidad: antes las temporadas eran dos o cuatro al año, ahora son microtendencias que duran semanas. El algoritmo dicta qué está en tendencia y cuando ya no, se va a la basura. La ropa deja de ser especial para volverse desechable.

¿Cualquiera puede ser modelo?

Otra gran pregunta: ¿hoy en día cualquiera puede ser modelo? La respuesta corta es: más que antes, pero no cualquiera. Las redes sociales abrieron puertas a cuerpos, rostros y estilos que antes no existían en las revistas. Hoy puedes tener un feed estético, seguidores y una vibra única y marcas te van a notar.

Pero ojo: el mito de “todos podemos ser modelos” también es marketing. Sigue habiendo castings, agencias y estándares (aunque más diversos). Ahora se aplaude la diversidad de tallas, colores y estilos, pero la presión por encajar, cuidar la imagen y “ser diferente pero perfecto” sigue ahí. La pasarela se amplió, pero no desapareció el filtro.

¿Se puede amar la moda sin morir en fast fashion?

Sí, se puede. Cada vez hay más marcas sostenibles, ropa de segunda mano, alquiler de vestidos y reciclaje de prendas. También hay consumidores que leen etiquetas, investigan materiales y entienden que un pantalón bueno dura años más que cinco baratos.

Ser “fashion” hoy puede ser creativo sin ser destructivo: mezclar vintage, personalizar ropa vieja, intercambiar con amigos. Lo importante es saber que la industria de la moda no es solo brillo: es también nuestra responsabilidad.

Así que sí: puedes seguir amando la pasarela, usar ese blazer cool y subir tu selfie sin culpa… siempre que recuerdes que vestirse bien no tiene por qué significar vestir de más.

La moda también es arte y expresión personal

No todo en la industria de la moda es oscuro. Vestirse también puede ser un acto de rebeldía, una forma de sanar o de decirle al mundo quién eres sin tener que hablar. La ropa que eliges puede ser tu escudo, tu bandera o tu forma de gritar “esta soy yo” sin pedir permiso.

Desde el punk hasta el glam, los crop tops, los trajes oversize o los corsets con jeans, todo tiene historia. Y cuando alguien combina ropa sin seguir “las reglas”, lo que está haciendo es crear su propio lenguaje. La moda no es solo tendencia: es identidad, es libertad y también puede ser una forma de sanar cuando te vistes para sentirte tú, no para agradar.

¿Baggy? ¿Skinny? ¿Old Money? El idioma fashionista…

Si ya no entiendes la mitad de los términos que aparecen en TikTok, tranqui: aquí va una guía express para no quedarte atrás cuando alguien diga “vibe old money” o “outfit baggy”.

  • Baggy: ropa grande y suelta, como los pantalones cargo o sudaderas enormes. Relax y cool.
  • Skinny: ropa ultra ajustada. Básico de los 2010, revive cuando menos te lo esperas.
  • Y2K: la estética dosmilera que rescató brillos, tops mínimos, pantalones a la cadera y gafas tiny.
  • Old Money: la vibra de “niño rico europeo de vacaciones en la Riviera”. Tonos neutros, polos, blazers clásicos, nada de logos gigantes, todo discreto pero caro.
  • Streetwear: ropa urbana, deportiva, combinada con lujo. Sneakers carísimos, hoodies oversize, gorras.
  • E-girl / E-boy: estética gamer/emo cute: delineador marcado, cadenas, colores neón y referencias a internet.
  • Clean girl: look minimalista, piel glowy, básicos bien planchados, moño pulido. Sencillo pero “aesthetic”.
  • Cottagecore: la fantasía campestre: vestidos vaporosos, estampados florales, canastas, mood de picnic en bosque.
  • Dark Academia: vibra intelectual gótica: suéteres, camisas de cuello, blazers oscuros, todo muy “voy a leer poesía”.
  • Baddie: look atrevido y sensual: ropa ajustada, maquillaje on point, con una vibe sensual.

Y la lista podría continuar…


Échale un vistazo a este breve video explicándote… ¿QUÉ ES LA MODA?


Conoce un poco más del autor:

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