Si estás leyendo esto mientras respondes un WhatsApp, tienes tres pestañas abiertas, música de fondo y de reojo revisas TikTok… felicidades: tu cerebro es puro Gen Z. No es mito: la generación que creció con internet, smartphones y redes sociales literalmente piensa diferente a como lo hicieron sus padres o abuelos.

Pero, ¿qué pasa realmente en la cabeza de un joven cuando hace mil cosas a la vez? ¿Es talento, mal hábito o evolución? Prepárate para explorar cómo la multitarea digital está reconfigurando la forma en que sentimos, pensamos y hasta nos concentramos.

Una generación que nació conectada

Mientras para otras generaciones la conexión a internet fue un descubrimiento, para la Gen Z es casi una extensión natural del cuerpo. Nacidos entre finales de los 90 y 2010, crecieron con YouTube como niñera, WhatsApp como patio de recreo y TikTok como escenario mundial.

Hoy, su cerebro está acostumbrado a procesar estímulos múltiples al mismo tiempo. Notificaciones, chats, videos cortos y memes: todo ocurre al mismo tiempo y, de alguna forma, funciona. Al menos, hasta cierto punto.

¿Multitarea o exceso de distracción?

Aquí viene la parte interesante: la multitarea no es realmente tan productiva como parece. Estudios neurológicos muestran que el cerebro humano no está diseñado para concentrarse en varias tareas cognitivas profundas a la vez. Lo que realmente hace es cambiar de foco rápidamente. Y cada cambio de foco desgasta la energía mental.

Pero la Gen Z ha desarrollado una habilidad única: filtrar información a la velocidad de la luz. Pueden leer un ensayo, contestar mensajes y ver clips virales al mismo tiempo. A esto se le llama task switching, y aunque puede dar la impresión de productividad, también tiene su lado oscuro: fatiga mental, ansiedad y dificultades para sostener la atención prolongada.

TikTok y el cerebro de los 8 segundos

Hay un mito (no tan mito) de que la Gen Z tiene un “attention span” de apenas 8 segundos. Y aunque no hay consenso científico sobre ese número, sí hay algo real: las plataformas digitales entrenaron a toda una generación a consumir contenido rápido y saltar al siguiente estímulo en segundos.

Esto no significa que no puedan concentrarse en cosas largas, de hecho, pueden maratonear series de 10 horas sin problema, pero el secreto es el interés. Si algo no captura su atención de inmediato, adiós. Por eso TikTok y Reels funcionan tan bien: saben exactamente cómo atrapar ese “clic” de dopamina en segundos.

¿Esto es bueno o malo? Spoiler: depende

No todo es malo. El cerebro Gen Z tiene habilidades que serían la envidia de un adulto que apenas sabe usar Zoom. La capacidad de procesar datos, adaptarse a nuevas plataformas y aprender de forma autodidacta es brutal. Pueden encontrar tutoriales, resolver problemas técnicos y colaborar online en cuestión de minutos.

Pero también enfrentan nuevos retos: estrés digital, infoxicación (sobrecarga de información) y la dificultad para desconectarse. La dopamina que liberan las notificaciones hace que quieran volver por más, lo que a largo plazo puede afectar sueño, memoria y bienestar mental.

El exceso de información, la avalancha de videos y la necesidad de estar always online pueden generar malos hábitos difíciles de romper. Muchos adolescentes se quedan atrapados horas y horas navegando sin parar, descuidan actividades al aire libre o hasta su tiempo de descanso. Además, la exposición prolongada a pantallas puede causar fatiga visual, dolores de cabeza y afectar la calidad del sueño por la luz azul de los dispositivos. Y aunque parezca exagerado, pasar tanto tiempo pegados al celular también puede provocar problemas posturales, dolores de cuello y espalda. Al final, tanto bombardeo digital puede saturar la mente y hacer que el cerebro viva en piloto automático, sin espacio para reflexionar o simplemente aburrirse (lo cual, por raro que suene, también es bueno).

¿Se puede entrenar la mente para sobrevivir a tanto estímulo?

Claro que sí. Muchos jóvenes ya combinan lo digital con prácticas de autocuidado: descansos digitales, meditación, actividades offline como leer o escribir a mano (sí, todavía existe). También se habla cada vez más de la “higiene digital”, que implica limpiar o depurar el celular de apps tóxicas y priorizar contenido que de verdad nutra.

La clave no es renunciar a la tecnología, sino aprender a usarla sin que se vuelva dueña de cada minuto.

El futuro: ¿superhumanos digitales o zombies hiperestimulados?

La gran pregunta es hacia dónde nos llevará esto. Algunos futuristas creen que la Gen Z está desarrollando una mente adaptable que será clave en un mundo de cambios constantes. Otros temen que la sobreexposición digital limite la capacidad de reflexión profunda y fomente relaciones superficiales.

Probablemente la verdad esté en medio: ser multitaskers no tiene por qué ser negativo si sabemos cuándo apagar la pantalla y dejar que la mente respire. Al final, la tecnología está para servirnos, no para esclavizarnos.


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