Hay un rincón del cine mexicano que muchos desprecian, pero pocos comprenden: el cine de ficheras. Ese género que, entre carcajadas vulgares, tangas mal iluminadas y diálogos sacados de una cantina a las tres de la mañana, captura la esencia misma de un México tan real como incómodo. Es fácil etiquetarlo como basura cinematográfica, pero bajo su capa de sudor y brillantina, yace un espejo cruelmente honesto de la sociedad. Es hora de desempolvar los VHS, abrir una cerveza y sumergirnos en esta maravilla de lo kitsch y lo grotesco.
¿Qué demonios es el cine de ficheras?
Si el neorrealismo italiano documentó la pobreza de posguerra con poesía y sufrimiento, el cine de ficheras hizo lo propio con las vecindades y cabarets mexicanos, pero cambiando la poesía por albures y el sufrimiento por chistes de doble sentido. Surgido en los años 70 y en plena decadencia del cine de oro mexicano, este género ofreció un escape hacia lo más bajo de nuestras pasiones: sexo, alcohol y comedia. Sus historias, por lo general, giraban en torno a mujeres «de la vida galante», comediantes en apuros y una galería de personajes que bien podrían haber salido de un mercado popular.
El reparto de la gloria decadente
Hablar de cine de ficheras es hablar de Andrés García luciendo abdominales como si fuera el Brad Pitt del Tepito setentero, de Lyn May moviendo las caderas con una energía que los gimnasios de hoy envidiarían, y de Alfonso Zayas, el padrino de los albures que sabía exactamente cómo dejarte reír y avergonzarte al mismo tiempo. Este elenco era el corazón y alma de las películas, donde se mezclaban el erotismo y la risa para un público que necesitaba olvidar la inflación y la crisis económica.
La sordidez elevada a arte (si sabes dónde mirar)
A primera vista, el cine de ficheras parece un desfile de mal gusto: sets baratos, guiones llenos de clichés y una obsesión insana por los escotes y minifaldas. Pero detrás de esa fachada chafa hay una crítica social disfrazada de albures. El cabaret, escenario recurrente, no solo era un lugar de diversión, sino una metáfora de una sociedad atrapada entre la represión y el deseo de libertad. Cada broma picante era un acto de rebeldía contra un México hipócrita, que condenaba el desenfreno en público mientras lo celebraba en privado.
Películas que deberías ver antes de juzgar
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«Bellas de Noche» (1975): La madre de todas las películas de ficheras. Aquí comenzó todo, con cabarets llenos de luces neón y risas fáciles. Es la referencia obligada.
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«La Pulquería» (1981): Donde la trama es tan espesa como el pulque mismo, pero se disfruta igual. Humor y crítica social en un vaso.
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«Las Perfume de Violetas»: Ok, no es cine de ficheras, pero si ya llegaste hasta aquí, podrías ampliar tu rango.
¿Por qué este cine sigue siendo relevante?
En un mundo donde el cine mexicano moderno lucha por ganarse el respeto en Cannes, el cine de ficheras nos recuerda que la belleza del cine también puede ser vulgar y descarada. Es la antítesis de la pretensión: lo amas o lo odias, pero nunca te deja indiferente. Además, nos recuerda que las crisis sociales siempre encuentran un eco en las formas más inesperadas de entretenimiento.

The Mexican «ficheras» cinema is an unapologetically vulgar yet honest reflection of societal struggles, blending humor, eroticism, and social critique through the lens of cabarets and quirky characters.