Hay historias que parecen inventadas por algún guionista mal pagado de películas clase B. Esta no. Esta pasó en México. Esta es 100% real, sin necesidad de dramatizaciones. Ciudad Juárez, Chihuahua, fue el escenario de uno de los mayores desastres nucleares del continente americano. Y no, no es exageración. Fue un Chernóbil mexicano, pero con Datsun, caguamas, corrupción, y una cantidad incalculable de radiación regada como si fuera confeti en fiesta de XV años.

CÓMO EMPIEZA TODO: CON UN MARTILLO Y DOS INTENDENTES

Era 1983. La gente cogía al ritmo de The Police y el cine estaba lleno de Jedi Returns y chaquetas de cuero. Mientras tanto, en una bodega sin vigilancia, sin etiquetas, sin sentido común, dos empleados decidieron desmantelar una máquina de radioterapia que el gobierno mexicano había permitido importar ilegalmente desde Texas. Dentro de esa máquina: cobalto-60, un isótopo radioactivo que emite rayos gamma como si fuera Pikachu, pero asesino.

Y claro, ¿cómo decides abrir una bomba radioactiva? A martillazos, obvio. Lo que siguió fue la dispersión de miles de perdigones radioactivos por la ciudad, como si fueran dulces de piñata infernal. Sin saberlo, estos héroes involuntarios convirtieron a Juárez en un laboratorio radioactivo a cielo abierto.

EL DATSUN RADIOACTIVO Y EL YOLO NACIONAL

La camioneta que transportó los restos de la máquina se convirtió en el vehículo más letal de la historia nacional. Estacionada por meses en una colonia popular, sirvió como parque infantil, mesa de cerveza, banco improvisado y fuente portátil de cáncer. El aire, el suelo, las manos, las patas del perro, todo estaba irradiado. Y nadie lo sabía.

Peor aún: parte de los metales radioactivos fueron fundidos, convertidos en varillas y bases para mesas, y enviados a todo el país. De Juárez a Durango, de Monterrey a Cuernavaca. Toneladas de varilla contaminada terminaron en fraccionamientos, plazas comerciales y probablemente en esa silla en la que estás sentado.

¿QUIÉN TIENE LA CULPA? NADIE, OBVIAMENTE

El hospital que compró la máquina ilegalmente dijo “¿yo?” como si fuera sketch del Chavo. Las autoridades mexicanas no hicieron nada hasta que Estados Unidos detectó un camión radiactivo por error. Y cuando finalmente se dieron cuenta, los mandaron a barrer el cobalto-60 con escobas y palas. Con camisetas de manga corta. Bajo amenaza de despido. Porque México mágico.

El gobierno improvisó un “cementerio nuclear” en Samalayuca, una zona llena de viento, arena y negligencia. Donde está enterrada la radiación con una mezcla de concreto, esperanza y corrupción. Porque, claro, también se robaron partes del material mientras lo enterraban.

¿QUÉ QUEDÓ? SILENCIO, OLVIDO Y RADIoACTIVIDAD EN TU BAÑO

Juárez sigue viva. Con cáncer, con labio leporino, con agua dura. Y mientras tanto, miles de toneladas de material radiactivo siguen sin ser contabilizadas. Tal vez están en tu edificio, tal vez en la mesa donde comiste anoche. Quizá en el parque donde juegan tus hijos. O en ese mol en Juárez que se construyó con varilla contaminada y que los ricos prefirieron ocultar.

Esta historia no es ficción. Es un testimonio de cómo la desidia, la ignorancia y la corrupción pueden

Esta es la mejor pieza documental creada por:

@_beatrix.g

Tienen que ver su trabajo en instagram que es fuera de serie.