Torbjørn Rødland es de esos fotógrafos que te incomodan sin que sepas exactamente por qué. Sus imágenes parecen extraídas de un sueño febril: un pastel derretido, una mano que aprieta con demasiada ternura un objeto blando, una mirada perdida entre lo místico y lo banal. Su fotografía es un accidente hermoso, un choque entre lo sublime y lo grotesco, una mezcla entre el «artificio publicitario» y la crudeza de un momento íntimo.



Su trabajo tiene esa cualidad de la belleza que no se rinde ante lo obvio; no es la pulcritud de una portada de Vogue, sino el resplandor sucio de una imagen que parece querer escaparse de su propia pose. Y es que Rødland juega con lo incómodo, con ese punto exacto donde lo erótico y lo perturbador se entrelazan, donde la nostalgia se encuentra con una sutil amenaza. Sus fotos son lo suficientemente bellas para atraparte y lo suficientemente turbias para hacerte dudar de por qué te gustan tanto.






La lista de sentencias que publicó en Triple Canopy y The Third Rail es casi un manifiesto de esta visión: el fotógrafo como un observador distante, la imagen como un objeto que aplana y transforma la realidad, la ironía como un condimento peligroso que debe usarse en dosis homeopáticas. «Un fotógrafo en duda logrará mejores resultados que uno atrapado en la libertad de la ironía», dice una de sus reglas. Y ahí está el truco: Rødland nunca parece estar completamente seguro de lo que está diciendo, y eso hace que su fotografía se sienta genuinamente humana.



Su trabajo me llevó hace años a obsesionarme con esa estética de la «sordidez despreocupada», un término que no sé si existía antes de que lo pensara, pero que sigue definiendo lo que busco en la fotografía. No es la sordidez explícita de Nan Goldin ni la narrativa de Cindy Sherman; es otra cosa, más escurridiza, más insinuada. Es la sensación de que la belleza no está en la perfección, sino en los bordes, en los pliegues de la piel, en el brillo viscoso de una lágrima que no sabemos si es de felicidad o de dolor.




Torbjørn Rødland Propone las siguientes ideas sobre la fotografía que sintetiza en estas lineas:
1. The muteness of a photograph matters as much as its ability to speak.
2. The juxtaposition of photographs matters as much as the muteness of each.
3. All photography flattens. Objectification is inescapable.
4. Photography cannot secure the integrity of its subject any more than it can satisfy the need to touch or taste.
5. Good ideas are easily bungled.
6. Banal ideas can be rescued by personal investment and beautiful execution.
7. Lacking an appealing surface, a photograph should depict surfaces appealingly.
8. A photograph that refuses to market anything but its own complexities is perverse. Perversion is bliss.
9. A backlit object is a pregnant object.
10. To disregard symbols is to disregard a part of human perception.
11. Photography may employ tools and characteristics of reportage without being reportage.
12. The only photojournalistic images that remain interesting are the ones that produce or evoke myths.
13. A photographer in doubt will get better results than a photographer caught up in the freedom of irony.
14. The aestheticizing eye is a distant eye. The melancholic eye is a distant eye. The ironic eye is a distant eye.
15. One challenge in photography is to outdistance distance. Immersion is key. 16. Irony may be applied in homeopathic doses.
17. A lyrical photograph should be aware of its absurdity. Lyricism grows from awareness.
18. For the photographer, everyone and everything is a model, including the photograph itself.
19. The photography characterized by these sentences is informed by conceptual art.
20. The photography characterized by these sentences is not conceptual photography.
