Luis Moya

Durante décadas, las cartas coleccionables han sido un pasatiempo apreciado por niños y adultos por igual. Desde los años 50, la empresa Topps ha sido sinónimo de este universo de nostalgia, deporte y coleccionismo. Sin embargo, lo que era visto por muchos como un simple pasatiempo infantil, hoy vive una auténtica revolución comercial y cultural. En pleno siglo XXI, Topps no solo ha sobrevivido al cambio generacional y tecnológico, sino que se ha consolidado como un actor clave en una industria global multimillonaria.

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Un fenómeno con historia y futuro

Topps fue fundada en 1938 y desde entonces ha sido un pionero en la producción de cartas coleccionables, especialmente aquellas vinculadas al béisbol en Estados Unidos. No obstante, el verdadero auge se dio en la década de 1950, cuando lanzó su mítica serie de cartas de jugadores de la MLB. A lo largo del tiempo, Topps diversificó su catálogo con licencias de ligas deportivas como la NFL, NHL, NBA, UEFA Champions League, así como franquicias del entretenimiento como Star Wars, Marvel y WWE.

Lo que comenzó como un objeto de entretenimiento y colección, ha evolucionado hasta convertirse en un activo valioso dentro del mercado de inversión alternativo. Este crecimiento se ha visto impulsado, entre otras cosas, por el auge del coleccionismo como forma de diversificación financiera y por la revalorización de los objetos retro.

El boom de las cartas coleccionables en cifras

La industria de las cartas coleccionables está experimentando un crecimiento significativo. Según datos publicados por ZipDo (2023), el mercado alcanzó un valor de aproximadamente 5.7 mil millones de dólares en 2021, y se proyecta que supere los 20 mil millones en 2028, con una tasa de crecimiento compuesta anual superior al 15%.

Este aumento se atribuye a múltiples factores. Primero, la pandemia de COVID-19 generó un resurgimiento del interés por los pasatiempos de la infancia, lo que disparó el valor de cartas antiguas. Segundo, el acceso a plataformas digitales y redes sociales ha amplificado la visibilidad del mercado. Y tercero, las cartas han sido adoptadas como activos de inversión por coleccionistas, celebridades e inversionistas.

Un caso icónico fue la venta en 2021 de una carta de Mickey Mantle de 1952 por 5.2 millones de dólares, lo que rompió récords históricos y posicionó al coleccionismo en el radar de inversores institucionales.

Topps se adapta a la era digital

Una de las claves del éxito reciente de Topps ha sido su capacidad de adaptación a las nuevas tecnologías. A través de plataformas como Topps Bunt, una app lanzada en 2012 que digitaliza la experiencia del coleccionismo de béisbol, la empresa supo captar a nuevas generaciones de fanáticos que priorizan la experiencia digital sobre la física.

En 2021, Topps dio un paso más audaz con su incursión en el universo de los NFTs (Tokens No Fungibles), en asociación con la blockchain de WAX. El lanzamiento de la colección digital de Garbage Pail Kids marcó el inicio de una nueva etapa, en la que las cartas digitales son verificables, escasas y comercializables como cualquier otro activo digital. Esta estrategia permitió a la empresa llegar a un público joven, ávido por experimentar el coleccionismo de forma innovadora.

Alianzas estratégicas y adquisición por Fanatics

Un punto de inflexión en la historia reciente de Topps fue su adquisición por parte de Fanatics, en enero de 2022, por una suma cercana a los 500 millones de dólares. Fanatics, un gigante del comercio deportivo, absorbió la división de tarjetas coleccionables de Topps con el objetivo de controlar un mayor porcentaje del mercado y establecer una cadena de valor integrada desde la fabricación hasta la distribución.

Gracias a esta unión, Topps ha podido reforzar su presencia global, como lo demuestran activaciones recientes en mercados asiáticos y europeos. En 2025, por ejemplo, se organizó una campaña masiva en Tokio, Japón, con foco en el béisbol y en figuras globales como Shohei Ohtani, generando una gran movilización entre fanáticos y coleccionistas locales.

Coleccionismo como inversión cultural

Más allá del valor monetario, las cartas de Topps se han convertido en objetos culturales con una carga emocional muy poderosa. Personajes como Lionel Messi, Jude Bellingham, Luka Modric o Shohei Ohtani son inmortalizados en papel o en formatos digitales, convirtiendo sus cartas en cápsulas del tiempo que conectan generaciones.

Influencers y creadores de contenido como GBW han jugado un papel esencial en esta nueva etapa. A través de plataformas como YouTube o TikTok, muestran aperturas de sobres, análisis de mercados y estrategias de inversión en cartas. Esta visibilidad ha creado una comunidad vibrante y joven, muchas veces ajena al deporte mismo, pero fascinada por la estética, rareza y el componente de azar de cada carta.

Eventos como el London Card Show también han sido clave en este fenómeno. Fundado por Harry Reynolds, el evento reúne a miles de coleccionistas de todo el mundo, fomentando el intercambio, la valoración y la cultura de las cartas físicas y digitales.

Retos: falsificaciones y burbuja especulativa

No todo es positivo en el mundo del coleccionismo. El aumento del valor de ciertas cartas ha dado lugar a la proliferación de falsificaciones. Para combatir esto, Topps trabaja con certificadoras como PSA (Professional Sports Authenticator), cuyos servicios se han disparado en los últimos años. En 2021, los ingresos de PSA superaron los 100 millones de dólares, mostrando cómo la demanda de autenticación es un mercado por sí mismo.

Otro desafío es evitar la “burbuja especulativa”. Aunque muchas cartas se han vendido por cifras millonarias, también existen casos de colecciones sobrevaloradas que han perdido valor. La clave, según expertos, es entender que el verdadero valor de una carta reside en su historia, rareza, estado de conservación y demanda sostenida.

Topps ha demostrado una notable capacidad de reinventarse sin perder la esencia que la convirtió en una marca legendaria. Desde su expansión digital hasta su papel como activo de inversión, la compañía ha sabido leer el mercado y anticiparse a las nuevas tendencias del coleccionismo global.

Lo que antes era una afición de nicho, hoy se perfila como una industria dinámica, intergeneracional y con alto potencial económico y cultural. En ese sentido, las cartas coleccionables de Topps no son solo imágenes impresas, sino testigos de una época, puentes entre generaciones y símbolos de una nueva economía creativa y emocional.