Showgirls: El Verdadero Villano Detrás de la Cultura Pop Basura y la Enfermedad de los Reality Shows
Showgirls (1995), esa joya cinematográfica incomprendida que nos dio desnudos gratuitos, actuaciones dignas de un Razzie y una dirección que parecía obra de alguien experimentando una crisis existencial. Una película que, al parecer, no solo arruinó carreras (hola, Elizabeth Berkley) sino que además podría ser la responsable directa de que hoy estemos atrapados en un bucle infinito de reality shows de baja calaña y dramas ridículos con guiones dignos de ser quemados en la hoguera.
Sí, lo dije: Showgirls es la culpable del desastre en el que se ha convertido la cultura pop. Esa obra maestra campy fue el meteorito que extinguió lo poco decente que quedaba en los medios y, como el chicle pegado en la suela del zapato, su legado sigue arruinando nuestras pantallas.

Del Camp al Trash: El Cambio de Paradigma
Cuando Paul Verhoeven decidió dirigir Showgirls, nos vendió la idea de que íbamos a presenciar algo atrevido, revolucionario, arte con A mayúscula. En su lugar, obtuvimos una mezcla explosiva de coreografías robóticas, diálogos que ni un escritor en su peor día aprobaría, y escenas de sexo que parecían más bien sketches de comedia involuntaria.
El «genio» de Verhoeven radica en que logró lo que muchos creían imposible: hacer que algo tan malo se convirtiera en un culto. El problema es que, al hacerlo, plantó la semilla de la glorificación de la mediocridad. Y aquí estamos, años después, viendo cómo los productores de reality shows arruinan nuestras vidas mientras se frotan las manos, agradeciendo que alguien una vez les enseñó que no importa si es malo… si es tan malo que es bueno.


Showgirls y el Nacimiento de la Pornografía del Morbo
Showgirls nos enseñó que a la gente le encanta ver a otros hundirse en el lodo. Nos mostró que el drama barato, los gritos desenfrenados y las peleas absurdas son entretenimiento. Este tipo de contenido es el antecesor directo de toda la porquería de reality shows que inundan nuestra existencia. Antes de Showgirls, existía un límite entre el morbo y la narrativa. Ahora, esos límites son tan difusos como el bronceado de Donald Trump.
Tomemos, por ejemplo, cualquier reality moderno: The Real Housewives, Jersey Shore, La Casa de los Famosos (sí, los estoy mirando a ustedes). El conflicto es la base, y no, no me refiero a conflictos profundos y bien elaborados. Me refiero a peleas dignas de un kinder entre adultos que parecen competir por quién tiene menos dignidad. Y todo empezó con Showgirls, una película donde las actrices se arrancaban las extensiones del cabello en lugar de tener diálogos con sentido.

Elizabeth Berkley: El Proto Influencer Fracasado
Pobrecita Elizabeth Berkley. Quería ser una estrella. Y lo fue, de la peor manera posible. Su papel como Nomi Malone, esa stripper con sueños de grandeza (o lo que sea que Showgirls nos intentó vender), fue una performance tan exagerada que hizo que Tommy Wiseau en The Room pareciera Laurence Olivier.
Nomi es el arquetipo del trainwreck que nos encanta ver caer en picada. En lugar de admirar su esfuerzo por triunfar, nos divertimos viendo cómo se hunde en la desesperación. Lo mismo pasa con cualquier protagonista de reality hoy en día. ¿Alguien recuerda cuando los famosos de la TV tenían talento? Ahora tenemos a influencers gritando, llorando y peleándose por pantallas, como si sus 15 minutos de fama justificaran el espectáculo dantesco de la vergüenza. Todo eso comenzó con Berkley y su actuación de «estrella» fallida.

Reality TV: Gracias, Showgirls, Por la Miseria
La verdadera tragedia de Showgirls es que abrió la puerta a un tipo de entretenimiento donde la degradación es la estrella del show. Los reality shows se alimentan del mismo morbo que la película ayudó a perpetuar: miradas lascivas, personajes patéticos y la fantasía de que estamos viendo la vida real cuando, en realidad, todo está guionizado y manipulado para mantenernos pegados a la pantalla.
Nos hemos convertido en voyeristas de la miseria ajena. Ya no queremos historias bien construidas, queremos ver quién grita más fuerte en Survivor o quién puede comer más cucarachas en Fear Factor. Y todo comenzó con esa obra maestra de Verhoeven que nos enseñó que la basura puede brillar con suficiente purpurina.
¿Showgirls, el Villano Definitivo?
Al final del día, Showgirls no solo destruyó carreras, también destruyó nuestra capacidad para discernir lo que es buena televisión. El legado de esta película va más allá del culto camp; es la piedra angular sobre la que se construyó la cultura pop moderna de consumo rápido, ese festín tóxico de reality shows y contenido vacío que hoy en día se ha convertido en la norma.
Así que, si alguna vez te preguntas por qué sigues viendo ese reality absurdo donde 20 desconocidos fingen enamorarse por un cheque, no busques más culpables: Showgirls es el origen de esta distopía cultural. Y mientras el mundo siga celebrando el drama vacío, los robots de Verhoeven se reirán desde la distancia.
Gracias, Showgirls, por darnos lo peor de lo peor.
