La serie «Mentiras», adaptación española de la exitosa producción británica Liar, ha logrado captar la atención del público por su trama provocadora y su capacidad de mantener la tensión emocional en cada capítulo. La historia comienza con lo que parece una cita normal entre Laura, una profesora de literatura, y Xavier, un reputado cirujano. Sin embargo, al día siguiente, Laura lo acusa de haberla violado. A partir de ahí, todo se convierte en un juego de versiones enfrentadas.

Lo que hace poderosa a «Mentiras» no es solo su suspenso, sino la forma en que expone las fisuras del sistema judicial, los sesgos sociales y el poder destructivo de la duda. ¿A quién le creemos? ¿Cómo saber cuándo alguien miente si su versión parece igual de creíble? La serie no solo plantea estas preguntas, sino que obliga al espectador a tomarlas como propias.

Un enfoque crítico sobre el consentimiento y el poder

El tema del consentimiento es el eje central de «Mentiras», y lo aborda con una crudeza poco común en la televisión. Sin recurrir a escenas explícitas o sensacionalistas, la narrativa construye un thriller psicológico donde el abuso no solo es físico, sino también simbólico. La manipulación, el chantaje emocional y el descrédito son herramientas tan peligrosas como la violencia directa.

Asimismo, la serie plantea una crítica directa al privilegio masculino y a cómo ciertas figuras públicas, médicos, políticos, empresarios parecen inmunes al juicio moral por el simple hecho de ocupar posiciones de poder. La víctima, por el contrario, es constantemente cuestionada, desacreditada y llevada al borde del colapso.

El papel del espectador: ¿juez o cómplice?

Uno de los mayores logros de «Mentiras» es convertir al espectador en un juez sin estar completamente preparado para ello. A medida que avanza la historia, las piezas del rompecabezas comienzan a encajar, pero no sin antes sembrar dudas, frustración y hasta compasión por ambos personajes. El guión está construido de manera que nunca se ofrece una verdad absoluta hasta el final, lo que convierte cada episodio en un dilema ético.

La serie también nos hace reflexionar sobre cómo los medios de comunicación y las redes sociales influyen en la percepción pública de los casos de abuso. ¿Estamos preparados como sociedad para escuchar a las víctimas sin prejuicios? ¿O seguimos atrapados en estereotipos y sospechas?

«Mentiras» es mucho más que una serie de suspenso: es una provocación, una llamada de atención sobre los mecanismos de poder, la justicia y la credibilidad. A través de una historia íntima, pero universal, nos confronta con nuestras propias creencias y prejuicios. Una obra necesaria en tiempos donde la verdad es, más que nunca, una construcción frágil y disputada.