Lourdes Grobet: La Reina de la Lente que Inmortalizó la Lucha Libre Mexicana

Para aquellos de nosotros que alguna vez hemos intentado capturar la esencia de la lucha libre con una cámara en mano, sabemos que no hay tarea más complicada y, al mismo tiempo, más adictiva. El sudor, las luces cegadoras, los gritos ensordecedores y, sobre todo, los saltos imposibles que se sienten como si desafiáramos las leyes de la física cada vez que apretamos el obturador. Es un caos que ningún mortal común puede entender. Pero Lourdes Grobet, esa leyenda detrás del lente, no solo lo entendió, lo dominó, lo hizo suyo y nos enseñó a todos cómo hacerlo.

La lucha libre mexicana, con su teatralidad, violencia controlada y belleza cruda, no es fácil de capturar. Es como intentar atrapar un relámpago en una botella. Los luchadores, esos dioses enmascarados que vuelan de una esquina a otra, no te esperan. La acción es imparable. O lo capturas o lo pierdes para siempre. Y ahí estaba Grobet, en medio de todo, con una cámara lista para inmortalizar ese segundo perfecto, ese momento que define no solo una pelea, sino toda una cultura.

Lourdes nos mostró que la lucha libre no solo es deporte, es arte. Con su lente, hizo visibles a los invisibles: los luchadores fuera del ring, las familias que los apoyan, las máscaras que ocultan historias de vida. Fue más allá del golpe, del llavero y el vuelo, y capturó el alma de los luchadores, algo que todos los que alguna vez hemos intentado retratar este mundo sabemos que es casi imposible. Ella lo logró.

Y no lo hizo desde la comodidad de un asiento en primera fila. No, Lourdes estaba ahí, en la línea de fuego, esquivando sudor, sangre y cuerpos voladores con la agilidad de un luchador experimentado. Mientras nosotros a veces maldecimos la cámara que no enfoca, la luz que no coopera o el maldito momento que se nos escapa, Grobet nos enseñó a esperar, a observar y, sobre todo, a respetar.

Hacer fotografía de lucha libre es entrar en un campo de batalla, con la diferencia de que no tienes máscara para protegerte ni el lujo de ensayar tu próximo movimiento. Pero Lourdes, con su trabajo, nos dejó el camino trazado. Nos mostró que la lucha es más que espectáculo, es vida, y que cada foto, cuando se hace bien, es una declaración de amor a esa vida.

Así que para todos los que hemos estado alguna vez detrás de una cámara, sudando la gota gorda mientras intentamos capturar el alma de un luchador en plena caída libre, este es nuestro homenaje a Lourdes Grobet. Porque, como ella, sabemos lo difícil que es esta tarea, pero también lo gratificante que es cuando logras atrapar ese segundo perfecto, ese instante en el que un luchador deja de ser humano y se convierte en leyenda.

Gracias, Lourdes, por mostrarnos que la lucha no solo se pelea en el ring, sino también detrás del lente.