Un nuevo cafecito con sillas de metal, WiFi y matcha latte aparece en tu calle. A la vuelta, un edificio viejo se convierte en coworking. De pronto, los letreros de “Se renta” suben de precio, llegan turistas con maletas rodantes y tu fondita favorita cierra porque la renta se triplicó. Todo eso, aunque no lo sepas, tiene un nombre: gentrificación.

¿Qué es exactamente la gentrificación?

La gentrificación ocurre cuando un barrio tradicional, a veces descuidado o con poca inversión, se vuelve “de moda” y empieza a recibir habitantes con más dinero del que solían tener sus vecinos originales. Cafeterías bonitas, galerías de arte, coworkings, Airbnb’s y renta de bicis suelen ser las primeras pistas de que algo está cambiando.

¿El problema? Esos cambios traen mejoras (seguridad, comercio, mantenimiento) pero también disparan las rentas y expulsan poco a poco a los habitantes que vivían ahí desde siempre. Lo que para algunos es “revitalizar”, para otros es “desplazar”.

¿Por qué ahora se habla tanto en CDMX?

La Ciudad de México es uno de los epicentros de la gentrificación en latinoamérica. Barrios como la Roma, Condesa, Juárez y Centro Histórico se transformaron drásticamente en los últimos años. Lo que antes era “barrio viejo” hoy se vende como “colonia cool”.

El fenómeno se aceleró con la pandemia: miles de extranjeros, principalmente nómadas digitales, llegaron a vivir aquí por la conexión a internet, la cultura vibrante y el bajo costo (comparado con Nueva York o Los Ángeles). De pronto, una renta de 8,000 se volvió de 20,000… y el taquito de canasta de 10 pesos convive con un croissant de 90.

No es solo culpa de los extranjeros

Hay un mito muy repetido: “los gringos nos quitan la ciudad”. Pero la realidad es más compleja. La gentrificación no solo es culpa de quien llega: también tiene que ver con políticas urbanas, falta de regulación de rentas y la tentación de dueños de propiedades de pedir más dinero.

Si a eso le sumas plataformas como Airbnb, que convierten departamentos en hoteles temporales, el resultado es menos vivienda disponible para residentes de siempre. Y sí, el problema es real: cada edificio remodelado para turistas suele dejar fuera a familias enteras.

¿Por qué genera tanta división?

Para algunos, la gentrificación embellece zonas olvidadas, mejora banquetas, trae nuevos negocios y “reactiva la economía”. Para otros, destruye comunidades, homogeniza barrios y hace imposible que quienes crecieron ahí puedan seguir viviendo en su propia calle.

El dilema es profundo: ¿cómo se equilibra modernizar sin desplazar? ¿Cómo se evita que una colonia se vuelva solo un escenario para Instagram mientras pierde su esencia?

La primera marcha contra la gentrificación: de protesta a caos inesperado

La semana pasada, la Ciudad de México vivió algo histórico: vecinos, colectivos y organizaciones salieron a las calles para realizar la primera marcha oficial contra la gentrificación. La idea era visibilizar cómo los altos costos de vida están desplazando a familias enteras de barrios como la Roma, Condesa o Juárez. Al principio, la marcha se llenó de pancartas, consignas creativas y la exigencia de poner límites claros al desalojo y a los Airbnb’s sin regulación.

Sin embargo, con el paso de las horas, la protesta se salió de control. Algunos grupos empezaron a vandalizar negocios locales y establecimientos que, irónicamente, también dan trabajo a los mismos barrios que buscan proteger. Lo que empezó como un grito legítimo se volvió confuso cuando se perdió el enfoque: exigir una ciudad justa no debería significar destruir por destruir.

Este episodio dejó claro que la discusión es urgente, pero también que la forma importa: una causa tan importante como el derecho a habitar la ciudad se diluye cuando la violencia apaga el mensaje. Defender los barrios es vital, pero hacerlo con diálogo, propuestas y respeto será siempre más poderoso que romper vidrios sin rumbo.

¿Qué se puede hacer?

No todo es tragedia sin solución. En muchas ciudades se intenta regular Airbnb, poner topes de renta o fomentar vivienda asequible. También se impulsa la protección de negocios locales, mercados y vecindades para que no desaparezcan. Y eso debería empezar a hacer nuestro país…

A nivel individual, quienes llegan a vivir a barrios nuevos pueden aportar algo: consumir local, respetar las costumbres, integrarse a la comunidad y no solo verla como una postal. Porque la gentrificación no es solo sobre edificios: es sobre personas.


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