Ah, la eterna pregunta: ¿el rock ha muerto o simplemente lo enterramos debajo de toneladas de reguetón y perreo intenso? Parece que el mundo cambió la guitarra eléctrica por el autotune y los solos épicos por beats repetitivos. Pero, antes de sacar la bandera de luto por el rock, tomemos un trago y pensemos: ¿está realmente muerto o solo anda de vacaciones mientras el reguetón domina las playlists?
La verdad es que el rock no está muerto. Está ahí, en algún bar oscuro, esperando que lo redescubras, como ese vinilo polvoriento que tu papá jura que es «el mejor disco de la historia». Lo que pasa es que el perreo se volvió la fiesta principal. En un mundo donde las redes sociales, los hits virales y el «dembow» lo están rompiendo, el rock, con sus intros de 2 minutos y canciones de 6, no tiene tanta prisa por competir. A veces, necesita que lo busques. No se va a vender solo como un challenge de TikTok.
¿Y la adicción al perreo? Bueno, es real. La gente quiere ritmos fáciles, letras pegajosas y movimientos que los hagan sentir vivos. El perreo es instantáneo, mientras que el rock te pide paciencia, te envuelve lentamente y luego te explota en la cara. Es como comparar una noche de shots rápidos con una buena botella de whisky: el primero te da el golpe rápido, pero el segundo se queda contigo, te acompaña hasta el final.
Entonces, no, el rock no está muerto. Solo está tomando una siesta larga mientras el perreo agarra todo el protagonismo. Pero, como buen rebelde, el rock no necesita ser el centro de atención todo el tiempo. Y cuando menos lo esperemos, volverá a levantarse, con sus guitarras distorsionadas y su actitud de «me vale todo».
Mientras tanto, disfruta del perreo. Pero no te sorprendas si de pronto te encuentras tarareando un riff de guitarra en medio de la pista de baile.