La eterna pregunta: ¿el rock ha muerto o simplemente lo enterramos debajo de toneladas de reguetón, trap y perreo intenso? Porque si algo nos queda claro al ver las playlists globales de Spotify es que la guitarra eléctrica se convirtió en decoración vintage mientras todos preferimos beats que suenen como goteras sobre un cubo de plástico y autotune que haría llorar a Cher.
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EL ROCK NO ESTÁ MUERTO, SOLO ESTÁ EN SU CRISIS DE MEDIANA EDAD
La verdad es que el rock no está muerto. Está ahí, como un tío divorciado, comprando amplificadores en Mercado Libre y diciendo que va a reactivar su banda de covers este verano. El rock sigue existiendo, pero ya no es el soundtrack de la rebelión juvenil, sino el himno de señores en Vans negros que pagan su plan Telcel sin retraso. ¿Duele? Sí. Pero es real.

MIENTRAS TANTO, EL TRAP ESPAÑOL SE CONVIERTE EN EL NUEVO GRITO DE GUERRA
Mientras el rock decide si sigue con vida o se jubila, el trap español llegó como ese primo menor que ya trae carro y sugar mommy. C. Tangana, Rels B, Recycled J y Rosalía (antes de volverse flamenca 2.0) entendieron algo que el rock jamás aceptó: la cultura pop no necesita guitarras para romperte el corazón. Solo necesita un beat sucio, un verso de arrogancia elegante y un coro que puedas tatuarte en la pierna.
Y es que el trap español no solo habla de dinero y culos, como el reguetón clásico. Tiene un mood depresivo aspiracional, esa sensación de estar solo en un Uber Black mientras llueve, con una tristeza millennial que los rockeros hubieran envidiado si no estuvieran demasiado ocupados aprendiendo riffs de Dream Theater que a nadie le importan.
EL PERREO, EL TRAP Y LA MÚSICA COMO DROGA DE ACCESO RÁPIDO
La gente quiere ritmos fáciles, letras pegajosas y movimientos que los hagan sentir vivos. El perreo es instantáneo, como ese shot de tequila que te calienta el pecho sin pensar demasiado. El trap español es el siguiente paso: el digestivo. Es un Negroni en bar hipster, con un flow de resignación y flow de calle. Mientras tanto, el rock te pide paciencia, te envuelve lentamente y luego te explota en la cara. Es como comparar un cuarto de mota con un dab de wax: uno te relaja suavecito y el otro te lanza al inframundo de inmediato.

¿ENTONCES QUÉ LE PASA AL ROCK?
El rock se volvió un género para puristas. No puede competir con el trap porque no le interesa ser viral. No va a venderse como challenge de TikTok porque su misión nunca fue esa. El rock es un whisky añejo que sigue existiendo para quienes saben saborearlo, mientras que el trap y el reguetón son la botella de Bacardí de sabor piña que te tomas sin pensar.
ROCK, TRAP Y EL FUTURO
La cultura pop se mueve rápido. Hoy es trap español, mañana será algo aún más simple. El rock no está muerto, solo está de vacaciones en un bar oscuro, esperando que lo redescubras como un vinilo polvoriento que tu papá jura que es «el mejor disco de la historia». Mientras tanto, disfruta del trap, perrea hasta que te duelan las rodillas y acepta que el futuro se construye con beats digitales y flows callejeros.
Pero no te sorprendas si en medio de tu siguiente peda en un bar de mala muerte, la bocina truena un riff de guitarra de Arctic Monkeys y, sin querer, te sorprendes tarareándolo, como recordando que, a fin de cuentas, el rock no necesita ser el centro de atención. Solo necesita ser eterno.