El ajolote (Ambystoma mexicanum), conocido también como “monstruo del agua”, es una de las especies más asombrosas y emblemáticas de México. Endémico de Xochimilco, este anfibio ha cautivado a científicos y artistas por su capacidad de regenerar partes del cuerpo y por su profundo significado cultural. Símbolo de resistencia y renovación, el ajolote refleja la relación entre la vida y el agua, tan sagrada para las antiguas civilizaciones del Valle de México. Sin embargo, hoy enfrenta su mayor reto: la contaminación, la pérdida de hábitat y las especies invasoras amenazan con borrarlo de la naturaleza. Conservarlo es más que proteger una especie… es preservar una parte viva de la historia e identidad mexicana.

Un habitante milenario del Valle de México
En los canales de Xochimilco sobrevive uno de los últimos guardianes del antiguo sistema lacustre de la Cuenca de México: el ajolote.
Su nombre proviene del náhuatl āxōlōtl, que puede traducirse como “monstruo del agua” o “animal acuático”.Según la mitología mexica, este ser es la encarnación del dios Xólotl, hermano de Quetzalcóatl, quien se transformó en ajolote para escapar del sacrificio. Desde entonces, este anfibio simboliza la resistencia y la transformación, valores profundamente enraizados en la cultura mexicana (National Geographic, 2023).
El ajolote: un milagro biológico
Lo que hace único al ajolote no es solo su apariencia, sino su biología.
A diferencia de otros anfibios, nunca completa su metamorfosis: conserva sus branquias externas y vive toda su vida bajo el agua, fenómeno conocido como neotenia (WWF, 2023).Además, posee una capacidad extraordinaria: puede regenerar extremidades, partes del corazón y del cerebro sin cicatrices visibles.
Este proceso ha convertido al ajolote en uno de los modelos más importantes para la investigación médica, ya que su genoma —uno de los más largos conocidos— ofrece pistas sobre la regeneración celular y la curación humana (National Geographic, 2023).
Un ecosistema en riesgo
Antiguamente, el ajolote habitaba los lagos de Xochimilco y Chalco, pero hoy su hogar se ha reducido drásticamente.
La contaminación del agua, la urbanización descontrolada, la pérdida de vegetación acuática y la introducción de especies invasoras —como la carpa y la tilapia— amenazan su supervivencia.Estas especies exóticas compiten por alimento y devoran los huevos del ajolote, mientras el crecimiento urbano y la extracción de agua alteran su entorno natural (CONANP, 2018).
Actualmente, el ajolote se encuentra catalogado como “en peligro crítico de extinción” por la UICN.
Esperanza entre los canales
No todo está perdido. En los canales de Xochimilco, científicos, comunidades locales y organizaciones ambientales trabajan para restaurar el hábitat del ajolote.
Se desarrollan proyectos de limpieza de canales, creación de refugios biológicos, y reproducción en cautiverio para fortalecer las poblaciones silvestres (WWF, 2023).Estos esfuerzos buscan no solo salvar a una especie, sino revivir un ecosistema completo.
Porque donde hay ajolotes, hay vida: su presencia indica la salud del agua y del entorno natural que compartimos.

El ajolote: espejo del alma mexicana
Más allá de la ciencia, el ajolote es un símbolo cultural. Representa la dualidad entre vida y muerte, permanencia y cambio.
Ha inspirado obras de arte, literatura, campañas de conservación y hasta billetes con su imagen.
Como señaló la Comisión Nacional de Áreas Naturales Protegidas (2018):
“El ajolote es un espejo del agua; si él desaparece, algo de nosotros se extinguirá también.”
Protegerlo es cuidar nuestra historia, nuestra biodiversidad y nuestra conexión con la naturaleza.
