¿Buscabas una banda punk de esas que ya no hay? Pues aquí está. Calcetines de la Suerte es esa bocanada de pegamento emocional que te hacía falta para sobrevivir al infierno tragicómico de vivir en México en 2025. No, no te van a salvar. Pero sí van a sonar como si fueras un personaje sin presupuesto del Tony Hawk Pro Skater: Mexicalpan Edition, patinando entre baches, ansiedad y una monita de guayaba corporativa.

Porque sí, a veces lo único que se necesita para mantenerte en pie es una canción con tres acordes, actitud sobrada y el tipo correcto de melancolía adolescente que te recuerda al puberto emo que fuiste antes de convertirte en un oficinista amargado. O como dirían ellos: el soundtrack ideal para ese momento en el que te das cuenta de que ya no tienes rodillas pero sigues queriendo lanzarte del borde de la rampa (existencial).

Canciones para la ardilla insoportable que no se va

Hay algo profundamente punk en escribirle canciones a esa “chica ardilla” que te cae mal pero te importa más de lo que debería. Esa que aparece en tus pensamientos como un glitch emocional con peluca, como si fueras Bob Esponja y te volvieran a hablar de Arenita justo cuando ya habías superado la terapia.

Ese es el tipo de emoción mal cocida que Calcetines de la Suerte logra convertir en arte. No arte con mayúsculas ni con curaduría para MACO, sino arte como vómito necesario: urgente, efervescente y pegajoso. Canciones que te hacen sentir sin tener que explicarte nada. O que te hacen sentir precisamente porque no te explican nada.

Un cover que es puro oro: Valentín meets Cobain

No es sarcasmo, es devoción. Calcetines de la Suerte hicieron un cover de uno de los himnos de Valentín Elizalde (sí, el Gallo de Oro, nuestro Kurt Cobain del rancho, nuestro mártir norteño de la peda eterna) y lo convirtieron en una joya punk que suena a llanto con spikes, a duelo con agujetas rotas. Una joya escondida en la basura emocional de esta perra vida sin sentido.

¿Y sabes qué? Funciona. Porque así como encontramos tarde a Valentín, también nos topamos tarde con esta banda. Pero qué bueno que aún llegamos. Calcetines de la Suerte son como ese sticker arrugado en tu libreta que te niegas a tirar: hortera, entrañable, incómodo… pero parte de ti.

“Ramona”: cine, cumbia y raspones en la jeta

Y si hablamos de joyas, hablemos del videoclip de “Ramona”. Ese pedazo de cine crudo que huele a pollo descongelado sobre el lavabo. Dirigido como si lo hubiera grabado la abuelita con Parkinson de un estudiante de cine de la UNAM, tiene una estética casera, desprolija, pero jodidamente encantadora. El tipo de video que no necesita filtros ni cámaras de 4K porque lo que cuenta es la emoción que deja, no la resolución.

La base melódica de “Ramona” está justo en ese filo donde se encuentran el helado de fresa con Coca-Cola y el raspón de cara contra la banqueta después de intentar un ollie mal hecho. Es bonito, pero duele. Y por eso es tan malditamente perfecto.

Si lo vas a oír, hazlo en loop

No te prometemos fama, iluminación ni una vida mejor. Pero si le das play a Calcetines de la Suerte, vas a encontrar algo que no se compra en Amazon: un poco de honestidad punk para seguirle gritando al vacío mientras finges que trabajas.

Porque a veces solo necesitas eso: unos calcetines de la suerte, una guitarra barata y el valor para decir lo que sientes sin miedo a sonar como idiota.

Y si eso no es punk, no sé qué lo sea.