#BRANDING #DESARROLLO_MKT
High in the woods: cómo creamos una marca de CBD atrapados entre un seven eleven y un oso
…» WE NEED A BRAND CONCEPT AND DESIGN FOR ONE OF OUR BEST CLIENTS BY 18:00 HRS. CAN YOU MAKE IT?»…
Si lo leemos de nuevo, no suena tan difícil: crear una marca de CBD. El problema fue que toda la marca se generó en medio de un maldito parque nacional en Colorado. Ahí estábamos: con el coche atascado en lodo, sin señal, sin batería, sin dignidad, y dependiendo exclusivamente del Wi-Fi gratuito del Seven Eleven más solitario del continente. Literalmente, el brief lo recibimos mientras un mapache nos vigilaba y un ranger nos preguntaba si planeábamos morir ahí o solo acampar.
Y como si fuera poco, cada vez que subíamos un render al Drive, teníamos que hacer una danza tribal para que el internet no se cortara. Lo más parecido a una junta creativa fue estar en videollamada desde el baño del seven (único lugar con buena señal), mientras alguien del equipo gritaba: “¡Cuidado, parece que hay un oso!”.
Pero se logró. Vaya que se logró.

El proceso creativo (o cómo hacer branding con resina en los dedos y frío en los huesos)
Crear una marca de CBD no es solo decir “verde + hojita = éxito”. Nosotros queríamos algo que tuviera alma. Algo que dijera: esto no lo diseñaron desde una oficina en Toronto con calefacción central, lo diseñaron desde el corazón de la maleza, con el pulso de quienes sí han vivido un trip en la naturaleza (y sobrevivieron para contarlo).
Exploramos los códigos visuales del outlaw americano: la estética de los productos farmacéuticos de élite, la contracultura psicodélica y esos empaques de suplementos que parecen más drogas que medicina. Nada de minimalismo escandinavo ni tonterías limpias. Esto era weed meets western survivalist.

Naming con trip incluido: cada nombre propuesto fue leído en voz alta junto a una fogata, y aprobado solo si sonaba bien después de un brownie mágico. Uno de esos que podría curar los dolores de una abuelita en Colorado y aún así dejarte con una sonrisa de astronauta. Al final del día, necesitábamos una marca cercana, que hablara con pasión y profesionalismo, como si tuvieras a un médico en línea directa, pero con voz de chamán buena onda.
Tipografía personalizada con nervio: el logo lo hicimos a mano. Literal. Con tinta negra, papel reciclado y un marcador Sharpie comprado en el mismísimo Seven Eleven salvador. Lo escaneamos en el baño. True story. Y luego lo mandamos a nuestro fantástico diseñador en CDMX, que como siempre, nos salvó la vida con magia y paciencia.
Paleta cromática de la sierra: intentamos recrear ese momento mágico de un atardecer que te hace sentir bien con solo mirarlo. Usamos la calidez de los naranjas y rojos más bonitos que hayas visto en un otoño fabuloso. Colores que te llevan directo a esa emoción cercana a sentirse fantástico. Porque sí: una marca bien hecha también debe saber abrazarte visualmente.

¿Y qué pasó después?
La marca fue un éxito rotundo durante la fiebre del CBD en Canadá. Llegó a tiendas conceptuales, gimnasios con más ego que pesas, y hasta alguna boutique de bienestar donde te ponían cuarzos en la frente mientras te untaban nuestro ungüento. Fue breve, intenso y con olor a pino y porro.
No solo hicimos una marca. Hicimos una historia. Una que comienza con “Una vez, en un bosque lleno de lobos…” y termina con un cliente feliz, un oso que nunca apareció y un equipo creativo que, contra todo pronóstico, no murió de hipotermia ni de ansiedad por deadline.

