A ver, pongamos las cartas sobre la mesa: la razón por la que Tigre Pop sigue vivo no es porque me haya iluminado una musa ni porque una becaria sexy me haya convencido de seguir escribiendo. No. Sigue vivo porque estoy a punto de cumplir 40 años y el terror existencial me está devorando como si fuera taquero en turno y mi autoestima, un trompo de pastor.
La ansiedad pre-cuarentona no se quita ni con terapia ni con microdosis de LSD. Así que decidí canalizarla reviviendo esta revista que durante meses se fue a dormir a la carpeta de «proyectos pausados». O le metía dinero a marketing digital o me lo gastaba en cervezas y drogas elegantes. Spoiler: elegí intentarlo. A ver si alguien más allá de mis exalumnas lo leía.
Y, de repente… boom: las visitas subieron. No como para que me inviten a TED Talks, pero sí lo suficiente para preguntarme: ¿quién diablos está leyendo esto?
La respuesta me dejó frío: el 70% del tráfico viene de Estados Unidos, y dentro de ese 70%, una cantidad absurda proviene de Ashburn, Virginia. Sí, Ashburn. ¿Quién chingados vive ahí? ¿Es una comunidad hipster? ¿Hay una colonia de mexicanos nostálgicos? ¿Una secta de punks cibernéticos?
Nada de eso. Ashburn es básicamente Mordor para nerds de Amazon Web Services.


Ashburn: el Disneylandia de los servidores
Ashburn no es una ciudad, es un data center con árboles de adorno. Un lugar tan perfecto que parece una simulación. De hecho, lo es. El 70% del tráfico de internet del planeta pasa por ahí. Cada meme, cada nude, cada “me siento triste pero no digo por qué” pasa por sus servidores. Es el clóset digital donde todos escondemos lo peor de nosotros.
Detrás de sus casitas perfectas y sus pastos podados con láser, se esconde la concentración más densa de servidores del mundo, operados por Amazon, Google, Facebook, Microsoft y toda tu miseria digital. Su red de data centers consume más electricidad que países enteros, y aún así, parece más estéril que un quirófano abandonado.
Ashburn es el concepto visual de la distopía que creamos con cada click, y lo más triste: ni siquiera está habitada por humanos reales. Está habitada por ventiladores, servidores y robots de mantenimiento.

Y en la esquina opuesta… Querétaro, México
Sí, México también quiere su pedazo del infierno digital, y se llama Querétaro. El nuevo niño techie del bloque, donde el gobierno anda echando la casa por la ventana para seducir a Microsoft, Google y Amazon. Ya tienen terrenos, clima ideal, buena conectividad… y lo más importante: nadie está prestando atención a lo que están construyendo.
Querétaro está levantando su propia versión de Ashburn, con data centers que no generan empleos, ni cultura, ni barrios vivos. Lo único que generan es tráfico digital, consumo energético y la sensación de que el futuro se siente vacío.
Querétaro se está convirtiendo en una ciudad para robots.


¿Y si te pones modo Tyler Durden? Mala idea, campeón.
Por si alguno ya está calentando su discurso de «esto hay que destruirlo», respira. Antes de que planees tu momento Fight Club y creas que puedes colapsar el sistema tumbando un par de centros de datos, déjame decirte algo:
Ambos lugares están más protegidos que tus traumas infantiles.

Ashburn y Querétaro son fortalezas. Y aquí van las pruebas:
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Accesos multilockeados: man traps, escaneos biométricos, tarjetas de acceso. Entrar ahí es más difícil que entender a tu ex.
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Vigilancia 24/7: cámaras HD, monitoreo climático y seguridad que hace que el SWAT parezca un grupo de scouts.
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Vallas y caminos anti GTA: barreras físicas, rutas laberínticas y picos diseñados para detener hasta a Vin Diesel.
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Redundancia energética N+2: si el apocalipsis llega, lo que no se va a caer es el servidor donde vive tu TikTok viral.
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Arquitectura anti bomba: cumplen con normas ISO, SOC2, PCI-DSS. Si lanzas algo, probablemente rebote y te explote en la cara.
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Blindaje contra EMPs: sí, pensaron en eso. Tus planes de guerra cibernética ya fueron neutralizados, bro.
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Asociaciones con Defensa y Gobierno: al menos Ashburn trabaja con el Departamento de Defensa de EE.UU. Si atacas ahí, no terminas como mártir rebelde… terminas como meme de “era broma, we”.

Entonces, ¿qué carajos hacemos con esto?
Estamos construyendo ciudades donde no vive nadie, pero donde habita todo lo que somos digitalmente. Ashburn y Querétaro son el reflejo del nuevo orden: urbes sin alma, sin historias, pero con miles de terabytes de selfies, nudes, recetas de TikTok y artículos de Tigre Pop.
Y ahí está el punto: escribo esto para ti, pero también para los bots que habitan Ashburn. Para los rastreadores de datos que deciden qué mostrarte. Para las sombras digitales que algún día sabrán más de nosotros que nuestras propias madres.
Así que la próxima vez que estés en Querétaro comiendo una gordita, recuerda: debajo de tus pies puede estar pasando el 40% del porno mundial y los correos de todos tus tíos boomer.
Bienvenido al nuevo mundo: limpio, ordenado, automatizado… y peligrosamente vacío.

Fuentes de consulta
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Hamilton, M. (2023). Ashburn, Virginia: The Internet Capital of the World. Ashburn Magazine.
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Oracle Blogs. (2024). Data Center Security in Latin America: The Rise of Querétaro.
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Digital Realty. (2023). Resilient Infrastructure for Global Connectivity.
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The Cavalier Daily. (2022). Cybersecurity Measures in U.S. Data Centers.
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La Redacción de Telos. (2023). Centros de datos en México: ¿futuro brillante o distopía digital?
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ASIS Online. (2023). Heat Dome Challenges Data Center Resilience in Virginia.
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Archive NANOG. (2023). EMP Threats to Data Infrastructure.
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Data Center Dynamics. (2024). Global Redundancy Standards in Critical IT Infrastructure.